Tiene 27 años y es médico. Llegó a Chile por amor, pero también concilió en nuestro país su amor por el rugby. Fue campeón de Arica y su sueño es jugar por Chile.
Ta’ofitau He Lotulelei Lolo. Ese es el nombre del jugador tongano de 27 años que juega para Armored de Iquique, último campeón del torneo ariqueño de rugby.
Originario de Vava’u, Tonga, desde los ocho años que practica el deporte que lo apasiona, el rugby. Pero su historia está llena de particularidades. Llegó a Cuba a estudiar medicina, carrera de la cual se graduó el año pasado.
En la isla conoció a la chilena Daniela Chocobar, también médico, y por quien “dejé todo y me vine a Chile”, cuenta. Y agrega “vivo con ella y su hermosa familia actualmente. Estamos en proceso de revalidación de título para poder ejercer en Chile”.
Su pasión siempre fue destacar a nivel profesional en el rugby, pero el fallecimiento de su padre lo llevó a velar por el bienestar de su familia. Actualmente juega, pero a nivel amateur. “Me gustaría seguir siendo activo en el rugby acá en Chile y espero algún día ponerme la camiseta de los Cóndores”, dice.
Armored, un baluarte en su vida
Armored es un equipo de rugby iquiqueño que cuenta con menos de un año desde su fundación. A pesar de ello lograron conformarse –y consolidarse– a tal grado que se consagraron campeones del último torneo de rugby de Arica.
“El último campeonato lo vi complicado, ya que además de entrenar y prepararnos en el gimnasio, cada uno se la tenía que arreglar para llegar todos los sábados hasta Arica, incluso viajando el mismo día ya que muchos compañeros trabajan”, relata. Y complementa que “junto al tremendo equipo y el gran apoyo de las familias pudimos traer la Copa del primer lugar hasta Iquique”.
Sobre la experiencia que ha vivido en Iquique dice sentirse feliz y agradecido con su novia, su familia y sus compañeros de equipo. A pesar de que se encuentra en una posición incómoda, pues debe reunir dinero para poder rendir el Eunacom –prueba para convalidar sus estudios de medicina en Chile- y así poder contar con cierta estabilidad económica.
“Lo que más aprecio es que han incluido las familias y en cada partido están las esposas, novias e hijos de los muchachos. Inventan cantos, nos gritan, es una emoción jugar y que estén allí en los partidos. Me recuerdo a mi isla, Tonga, en la que los estadios se llenan y (eso) te llena el corazón”, finaliza.
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