Falleció «el arriero del rugby», la huella imborrable de Sergio Catalán



El mayor triunfo del rugby sudamericano no fue en los mundiales, en los torneos sudamericanos o en algún in goal de cuanta cancha de rugby hoy existe en el continente. “El milagro de los Andes”, una de las máximas historias de supervivencia realizada por el hombre y marcada a perpetuidad por un grupo de rugbistas uruguayos, tuvo un final feliz gracias a la humilde participación de un arriero chileno: Sergio Catalán, “el arriero de los Andes”, que ayudó en el rescate de los rugbistas charrúas que le ganaron a la cordillera 47 años atrás, falleció hoy dejando una huella imborrable en la identidad del rugby de este lado del mundo.

Homenajeado múltiples veces en el Estadio Charrúa, en las canchas del Old Boys en Santiago, mencionado en cada partido que Cóndores y Teros se cruzaron en buena lid, Sergio Catalán, pieza clave de la humildad y solidaridad que con se vive la ovalada, fue recordado por la comunidad del rugby del continente, tras su partida, en una historia que hermana al rugby uruguayo y chileno por siempre.

Hijo Ilustre de la ciudad San Fernando, en la región de OHiggins, ahí apenas a 138 kms de Santiago y en una de las regiones que aún no hay rugby federado en el país. “Pensé que nadie se iba a acordar de mí”, dijo en una de sus últimas entrevistas a medios escritos.

Roberto Canessa y Fernando Parrado, supervivientes que caminaron desesperadamente durante diez días en busca de ayuda, en múltiples charlas, entrevistas o libros, recuerdan a Catalán, como la imagen del milagro. “Encontré a los dos uruguayos, les ayudé, pero pensé que al día siguiente se olvidarían”, añadía en sus relatos, el recordado y simbólico “arriero del rugby sudamericano”.

72 días en la montaña

Un error de cálculo hizo que el avión se estrellara en la montaña. El ala izquierda del avión rozó la ladera de la montaña y se desprendió, arrancando además la cola, por cuyo hueco cayeron dos de los tripulantes y tres pasajeros. Enseguida perdió la otra ala. El resto del fuselaje cayó sobre una montaña y se deslizó milagrosamente por la ladera hasta detenerse en un valle, a unos 3.500 m de altitud. En ese momento había 32 sobrevivientes, aunque varios estaban malheridos. Tras 72 días en la montaña, fueron 16 los sobrevivientes.

Gracias a la colaboración de Catalán, aparte de los ya mencionados Parrado, Canessa, sobrevivieron: Gustavo Zervino, José Pedro Algorta, Alfredo Delgado, Daniel Fernández, Roberto Francois, Roy Harley, José Luis Inciarte, Álvaro Mangino, Javier Methol, Ramón Sabella, Adolfo Strauch, Eduardo Strauch y Antonio Vizintin.

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