El profesionalismo y el precio de la libertad: Mercenario, una película del lado B del rugby.



Sin duda alguna, el concepto de “profesionalismo” en el rugby ha cobrado un nuevo significado desde la aparición de Selknam en el horizonte del rugby chileno. La SLAR propuso una nueva dimensión de la actividad ovalada a un país que poco a poco trabaja en pos de lograr concretar esfuerzos que, año tras año, se han ido sumando a hacer crecer el rugby nacional. Allí, donde el profesionalismo pareciera ser la palabra mágica y uno de los motores más prístinos para promover la actividad, es donde nos lleva Mercenario (Mercenaire), película de 2016 que marca el debut de Sacha Wolff como director, pero que también marca, con una pretensión documentalista, el ‘lado B’ del profesionalismo en torno al rugby.

El film en cuestión nos hace transitar a lo largo de 103 minutos por la historia de Toki Pilioko (Soane Tokelau), un jugador isleño de Nueva Caledonia que emigra al rugby francés en búsqueda de nuevas oportunidades tanto deportivas como profesionales. Más allá de ser una apología a la disciplina, Mercenario nos muestra un drama de un joven que vive un rito de paso; una transformación de un romántico del rugby a un profesional deportivo. Este conflicto, mostrado desde la perspectiva del jugador y del mundo profesional del rugby, bien le valió a la producción llevarse buenas críticas en festivales importantes, siendo premiado incluso en el Festival de Cannes y en el Festival Internacional de Cine de Pal Springs, en 2016 y 2017 respectivamente.

Ya en lo medular del film, el conflicto del largometraje gira entorno a dos ejes principales. En primera instancia, Toki encuentra en el rugby una forma de encontrar sustento económico, sin embargo eso es solo una ápice de los problemas que atormentan al joven jugador, ya que la tensión se va al máximo en las escenas que incluyen a un padre violento, llevando al protagonista a cuestionarse su proyecto de vida y las oportunidades que se le presentan gracias al deporte. Una vez zanjada esta situación, el rugby profesional francés se abre para este isleño que, entrando ya en el segundo eje principal de la película, el duro camino del rugby profesional. “He vivido una situación semejante” señala Soane al referirse al duro testimonio que a ratos da la impresión de ser un relato verídico: jugadores llevando al extremo sus rendimientos físicos, una sociedad que los encaja en el prejuicio de los isleños buscando oportunidades, sustancias prohibidas para sobrellevar el ritmo de vida y el existismo de una ‘industria’ que busca ante todo convertir el rendimiento deportivo en una moneda de cambio y promoción social.

El duro relato mostrado por el film, alcanza sus puntos cálidos en aquellas escenas donde se transan los valores del rugby con una vida deportiva profesional. La cuota de ‘veracidad’ viene dada por Soane quién, en la vida real, es justamente un jugador de rugby inmigrante en Europa. Aportando aún más a esa cuota de sentimentalismo y realidad, el argentino Omar Hasan y el georgiano Besso Udesiani, encarnan parte del elenco que sobrelleva este duro mundo presentado con bastante conciencia de los ritos y la cultura inmersa en el mundo del rugby más idealizado, siendo una escena clave en ese sentido la danza ritual interpretada por el protagonista.

Así, Mercenario constituye una obra innovadora en la concepción tradicional del rugby; alejada del romanticismo y el discurso ‘políticamente correcto’, el viaje que se propone lleva al espectador a reflexionar acerca de la crudeza del profesionalismo deportivo y como dialogan los entes ahí presentes; un ‘toma y da’ en un vaivén de emociones personales de un joven que se está descubriendo como un jugador y un adulto en su camino de conocer “el precio de su libertad”.

El film se encuentra disponible en la plataforma digital de Netflix y también a través del link https://www.youtube.com/watch?v=QQHO96SsGdI.

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