Los desafíos de cara al reinicio del rugby profesional.



Con el advenimiento del retorno a las canchas, las voces de alerta se han disparado en todos los estamentos que tienen injerencia en el deporte profesional, cosa que no ha dejado fuera al rugby. Tal como señalábamos hace unos días, World Rugby publicó un protocolo de prácticas sanitarias dentro de los clubes, a fin de reducir al mínimo la tasa de posibles contagios y de poder, paulatinamente, recuperar un ritmo competitivo de alto nivel.

En este sentido, Nueva Zelanda será el primer país en echar a correr la ovalada; para ello ya prepara una liga local, el Super Rugby Aotearoa, que arranca el próximo 13 de junio. Por ahora, las principales medidas frente a la situación sanitaria mundial serán controlar periódicamente la temperatura y las prácticas cotidianas de sus jugadores, sumado a programar los partidos a las 12:00 a.m., en estadios cerrados, sin previas ni terceros tiempos, a fin de optimizar los desplazamientos y reducir las exposiciones con “el mundo exterior”. En Australia las cosas no son muy distintas, teniendo un margen algo mayor respecto al inicio de su competencia local, programada para el 3 de julio; incluso ya podemos ver a Waratahs publicando contenido audiovisual respecto a las medidas sanitarias de trabajo en el gimnasio y en el club.

Transversal a la discusión, uno de los principales temas que aún no logran unanimidad tiene que ver con garantizar la seguridad plena de los jugadores. El Dr. Barry O’Driscoll, ex consejero médico de World Rugby, advirtió de cara al inicio de la Premiership programado para julio, que el rugby tendrá que hacer modificaciones considerables si quiere evitar millonarias demandas que arruinarían al rugby inglés; “jugadores, familias, médicos y clubes querrán protegerse legalmente. No hay mucha investigación disponible. Es un territorio nuevo. Si se equivocan [los organizadores del torneo] causarán un gran daño al rugby que costará millones de libras”.

En la misma línea anterior es que se han propuesto indicaciones al juego, como scrums sin disputa o reducir los tiempos de disputa de las formaciones móviles (rucks y mauls). Si bien en primera instancia se habla del tiempo de exposición frente a un posible contagio, en segunda línea también se está pensando respecto a la condición física de los jugadores, quienes han estado un periodo extenso sin contacto físico, lo cual podría incidir directamente en el riesgo de lesiones. “Los pilares no han practicado scrum por 5 o 6 semanas (…) tendrán que desarrollar los músculos del cuello, core, tobillos y pantorrillas” declaró Danny Care, medio scrum de Harlequins e Inglaterra. “Deben evitarse grandes cargas en los volúmenes de entrenamiento porque allí es donde ocurren las lesiones de los tejidos blandos. (…) tiene que ser un enfoque gradual” señaló el ex jugador de Gales y actual entrenador de fuerza y acondicionamiento de Cardiff Blues, Robin Sowden-Taylor.

En el plano local, aún nos encontramos con margen de cara a un posible inicio de la actividad en las canchas, así lo entiende Chile Rugby, quienes se encuentran trabajando en poder llevar a cabo el reinicio de la mejor forma posible. En esta labor, importante será la información que se logre recopilar de la experiencia internacional para poder salvaguardar el deporte ovalado que, dada su naturaleza de contacto, se configura como la antítesis del distanciamiento social.

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