Sacerdote Diego Ruiz, el hincha con más fe en los Cóndores



El pasado sábado 16 de julio en tierras estadounidenses, la selección chilena de rugby logró una histórica clasificación a su primer mundial adulto. Tras vencer en calidad de forastero al cuadro local de las Águilas norteamericanas por 29 a 31 (51-52 en el marcador global), el combinado nacional dirá presente el próximo año en Francia 2023.

Mientras los Cóndores dejaban la vida en la cancha para lograr la épica gesta, en las tribunas del estadio Infinity Park, de la ciudad de Glendale, un puñado de hinchas chilenos no dejaron nunca de alentar a sus compatriotas. Pese a los 36º Celsius que marcaba el termómetro en el recinto deportivo y a los 1.600 metros sobre el nivel del mar en la que se encuentra emplazada la ciudad del estado de Colorado, los forofos nacionales se hicieron notar con sus gritos y cánticos de apoyo a los suyos, antes, durante y después del partido.

Dentro de los seguidores chilenos presentes en el estadio, uno de ellos captó rápidamente la atención de las cámaras de la transmisión oficial, por su entusiasmo y efusividad. Contagiando de optimismo a los presentes pese al marcador adverso inicial, el sacerdote Diego Ruiz tuvo un destacado pasado como rugbista en su etapa escolar. En la actualidad y pese a la distancia dado el hecho de estar radicado en Estados Unidos, este compatriota es un asiduo seguidor del deporte de la ovalada y de nuestros Cóndores.

¿Cómo nació tu vínculo con el rugby y en qué posición jugabas?

Mi vínculo con el rugby se dio en el colegio Mackay, desde los 5 años. Comencé jugando de scrum-half, pero al poco tiempo cambié a la posición de flanker.

¿Cuál es el partido que más recuerdas como jugador de rugby?

El partido que más recuerdo fue la final del campeonato nacional que jugamos en Concepción el año 1997. Yo estaba en cuarto medio. Éramos puros mackayinos en el equipo y teníamos jugadores de tres generaciones: 1995, 1996 y 1997. Ganamos la final contra el local, Concepción, en el último minuto con un penal convertido por Francisco Salas. Ese partido tuvo un sabor especial para mí, porque me había lesionado al inicio de año jugando en el First XV del Mackay contra St. Johns, un equipo argentino. En ese partido tuvo un golpe muy fuerte en la cabeza que me hizo perder la conciencia, se me desplazó una vértebra cervical y el doctor me dijo que no debía jugar más al rugby, pero no le hice caso. Por tanto, ese torneo en Concepción fue la primera vez que jugaba luego de la lesión y no estaba seguro cuanto iba a durar. ¡Pero aguantamos hasta el final!

¿Tuviste compañeros de colegio que fueron seleccionados chilenos adultos?

Yo era compañero de Francisco Deformes, excelente jugador y gran persona, quien sigue dedicado al Rugby. Recientemente estuve en contacto con él, ya que estuvo de paso por Estados Unidos. Lamentablemente no pudimos encontrarnos, pero espero poder reunirme con él pronto ya que Francisco trabaja en Canadá durante algunos meses del año.

¿Qué fue lo más valioso y la mayor enseñanza de vida que te dejó el rugby?

Que en la vida hay que hacer las cosas con el corazón y con pasión, es decir, dar lo mejor de uno, de lo contrario no vale la pena. Que en la vida tenemos que estar dispuestos a morir por los grandes ideales. Que tenemos que tener un alma grande. Para mi, el rugby es un deporte donde no puedes estar a medias, es lo más parecido a un ejército que va al combate, en el campo de juego como en el campo de batalla hay que estar muy unidos y tienes que sacrificarte y darlo todo por tus hermanos. Como decía un gran joven italiano, el beato Pier Giorgio Frassati, quien era un gran atleta y amante del deporte: “Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino fingir que se vive”.

¿Qué te pareció el partido de Chile en Glendale?

No tengo palabras, me pareció increíble, me gusta llamarlo el “Milagro de Denver”. Es que por momentos parecía humanamente imposible lograr la victoria. Al usar la palabra milagro, no quiero restar importancia al trabajo de los Cóndores, porque ellos lograron esa victoria a base de amor a Chile, amor a los hermanos, tremenda garra y enormes sacrificios de varios años. Los héroes no se improvisan. Y todo esto representado por la camiseta roja que llevaban, que estaba teñida de la sangre de esos soldados que dejaron todo en la cancha. ¡Lucharon cada pelota hasta el final!

¿Desde cuándo estas radicado en Estados Unidos? ¿Llegaste solo a ver el partido o te coordinaste con otros hinchas de la selección para ir?

Como sacerdote misionero del Instituto del Verbo Encarnado fui destinado el 2013 para trabajar en Estados Unidos en el estado de Maryland. Llegué a ver el partido con un amigo estadounidense que vive en Denver. Aproveché de visitar a su familia ese fin de semana y ellos me recibieron durante esos días. Providencialmente, los días anteriores al partido, yo me encontraba en Wyoming, que es un estado que limita con el estado de Colorado, donde se encuentra Denver, así es que no fue difícil coordinar el viaje.

¿Cómo se vivió el ambiente dentro de la fanaticada chilena y cuáles eran las sensaciones antes, durante y después del partido?

Yo estaba bastante nervioso antes del partido y durante la mayoría del primer tiempo. Pero a pesar de lo difícil que fue el partido en los primeros 30 minutos, la barra chilena se mantuvo fiel y nunca dejó de alentar. Al final del partido la hinchada explotó, no lo podíamos creer, el puñado de chilenos se hizo más grande que el estadio. Solo pensé en correr a la cancha para abrazar y agradecer a los jugadores, fue una emoción muy grande. Curiosamente no me detuvo la seguridad del lugar, no sé por qué, quizás porque vieron que era cura. Uno de los momentos más hermosos fue cuando pude saludar y felicitar a Nicolás Herreros, a quién conozco por el Mackay. Gocé al ver como él y los otros jugadores lloraban de alegría por haber conseguido la victoria más importante en la historia del rugby chileno. Otro momento para el recuerdo fue cuando la hinchada y el equipo estábamos todos abrazados alrededor de la bandera chilena. ¡Unidos somos más!

En Chile se viralizó rápidamente un video tuyo de la transmisión televisiva festejando con los jugadores y la hinchada chilena ¿Te llegaron muchos mensajes tras esta situación?

No fue un gran número de mensajes, aunque algunos me sorprendieron porque no me los esperaba, ya que venían de familiares o amigos que no tenían idea que yo había ido a ver el partido. Eso fue gracioso, por la rapidez con que se viralizan los videos y una alegría al mismo tiempo, porque de algún modo pude conectarme con mi gente en Chile.

¿En la actualidad, eres un asiduo seguir del rugby chileno y mundial? De ser así, ¿cuáles son tus equipos y selecciones preferidas, además de los Cóndores, por supuesto?

Sigo a Old Macks, el equipo de los exalumnos de mi colegio. Aún a la distancia, trato de estar al tanto del acontecer del equipo y sufriendo con el Seven de Reñaca. También he seguido el torneo SLAR y a las selecciones chilenas de Seven y XV. Notable lo de Edmundo Olfos con la selección de Seven. En cuanto a otros países, me gusta seguir el torneo de clubes neozelandés y australiano. Lamento mucho que los clubes de Sudáfrica se hayan retirado de ese torneo de clubes. ¡Menos mal que tenemos el Rugby Championship! Ese es mi favorito después del Mundial. También me gusta seguir a los Pumas, por la cercanía que tengo con los argentinos, además porque en el Mackay desde sexto básico que jugábamos rugby contra ellos y por la garra y esfuerzo que han puesto para posicionarse en la elite del rugby mundial. Ahora bien, quiero que quede claro: en el próximo mundial, ¡Todos somos Cóndores! Ya tengo la camiseta.

Son cientos los sacerdotes alrededor del mundo fanáticos del fútbol, partiendo por el Papa Francisco. ¿Conoces más sacerdotes que compartan tu pasión por la ovalada?

¡Muy buena pregunta! Por esas cosas de Dios, el Instituto al cual pertenezco fue fundado en Argentina, así es que tengo varios amigos sacerdotes que han jugado y comparten la pasión por el rugby.

¿Cómo vislumbras la participación de Chile en su primer mundial, sobre todo considerando lo difícil del grupo junto a potencias mundiales como Japón, Samoa, Inglaterra, y Argentina?

Para responder usaré el lema del colegio Mackay: “Vincit qui se Vincit”, es decir, “Vence el que se Vence”. Al ver el espíritu de los Cóndores yo vislumbro una victoria. Según la lógica de los números quizás no logremos grandes resultados en nuestro primer mundial, pero según la lógica del sacrificio, estoy seguro de que tarde o temprano conseguiremos una victoria, aquella que nace de superarse a uno mismo, un día a la vez. Como ejemplo tenemos a Uruguay, que venció a Fiji en el mundial pasado. Después del Milagro de Denver, yo creo en los Cóndores.

¿Te vamos a ver el próximo año en Francia alentando a los Cóndores? 

¡Si es que me invitan como capellán de la selección quizás voy! Lo digo en broma, pero en serio. Sería un honor estar ahí, pero está difícil por varias razones, entre ellas mis responsabilidades aquí en Estados Unidos.

Un mensaje a los jugadores, staff técnico y a todos los fanáticos de los Cóndores.

Gracias por recordarnos que lo que verdaderamente vale solo se consigue con auténtico amor y sacrificio. Gracias por recordarnos, especialmente en estos momentos por los que pasa nuestra patria, que lo que nos une es mucho más grande de lo que nos divide. Gracias por hacernos sentir una vez más el orgullo de ser chilenos. Cuenten siempre con mis oraciones.

 

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