Los All Blacks siguen sorprendiendo. En cada partido la marea negra pasa por arriba a sus rivales con una técnica y simpleza que, al parecer, están arraigadas en su código genético. Con la misma voracidad, Nueva Zelanda no sólo alcanzó el récord histórico de 18 victorias consecutivas, sino que, además, ganó el 75% de los partidos que jugaron a lo largo de su historia y la mayor cantidad de campeonatos internacionales. A su vez, hoy en día domina el Super Rugby a través de sus cinco franquicias.
Pese a estos galardones, el factor que capta la mayor atención es la cantidad de jugadores talentosos que, un país de apenas cuatro millones de habitantes, fabrica año tras año. Los nombres son conocidos: Jonah Lomu, Richie McCaw, Dan Carter, Ma’a Nonu, Kieran Read, y la lista de top players sigue.
Cuando uno de estos jugadores está terminando su carrera, ingresa desde el banco de suplentes un reemplazo que lo supera en calidad y destreza. La explicación detrás de esta producción en serie de cracks, que el país del Pacífico pone en juego desde hace más de 20 años, se podría dividir en dos vertientes.
En primer lugar, los datos relevados por el diario inglés The Guardian muestran que el 3, 4 % de la población neozelandesa juega al rugby. Éstas son más de 150 mil personas, de las cuales, 80 mil son chicos entre 5 y 12 años; 42 mil son adolescentes entre 13 y 20 años; 27 mil son adultos de más de 21 años; casi 18 mil son jugadoras femeninas; 12 mil son entrenadores y casi 12 mil son árbitros.
La segunda razón tiene mayor peso, y la puso en palabras John Daniell, exjugador de Racing, Perpignan y Montpellier, y periodista del Financial Times, especializado en en este deporte: «La clave del rugby de Nueva Zelanda es la fuerza que tiene la competencia que juegan los jóvenes». Y precisó: «Especialmente, en los colegios».
El primer eslabón
La cancha tiembla a la vez que decenas de chicos vestidos de camisa y corbata desafían a sus oponentes con la tradicional danza de guerra maorí: la haka. Terminado el acto, los jugadores se cuelgan las camisetas de sus colegios, se ponen los botines y el partido de rugby arranca. Sin embargo, fuera de estas canchas, las marcas también juegan su propio partido. Es que, en Nueva Zelanda, existe un campeonato escolar que es transmitido en vivo por Sky Sports -la principal cadena televisiva de deportes-, donde las camisetas y los botines están sponsoreados por Adidas y Nike, y que, para los estudiantes, podría significar el primer paso de su carrera profesional en el rugby.
Así como en Estados Unidos la gran mayoría de los jugadores de la NBA, el torneo de básquet nacional, sale de las competencias universitarias, en el país del Pacífico las escuelas cumplen el mismo rol, pero para el deporte ovalado: son los «semilleros» del rugby local. Por ejemplo, de los 1.148 nombres que pasaron por los All Blacks, el colegio Auckland Grammar formó a 51 de ellos. Además, 47 chicos nacidos en estas instituciones fueron seleccionados para las inferiores de Blues, una de las cinco franquicias que el país tiene en el Super Rugby.
La competencia es agresiva. Los secundarios invierten en el First XV -el primer equipo- montos superlativos y pelean los torneos como si fuesen equipos profesionales. Tal es el atractivo de los partidos que llegan a convocar un público de más de 7.000 espectadores -más que el promedio del Top 12 local-, lo que llevó a Sky Sports a televisar los playoffs en vivo.
Los números confirman que los colegios más tradicionales de la ciudad de Auckland no se toman el deporte a la ligera. Según una investigación del New Zealand Herald, las cinco secundarias más influyentes de la ciudad -Auckland Grammar, King’s College, Mt Albert Grammar, Sacred Heart college y St Kentigern College, denominadas como «las cinco grandes»- invierten un total de $4,5 millones anuales en su First XV. Este monto incluye equipos, transporte, mantenimiento de las canchas y giras por diferentes continentes.
Dadas las cifras, no es casualidad que estos colegios atraigan a las promesas juveniles de todo el país (que quieren ser observadas por las franquicias), y que el campeonato actúe como una máquina de crear jugadores de alto nivel. Este fue el caso del histórico jugador de los All Blacks, Kevin Mealamu, que, tras su paso por Auckland Grammar, fue fichador por los Blues y terminó siendo un ícono del rugby neozelandés.
Por otro lado, la diferencia de presupuesto generó una fuerte división en el campeonato escolar, entre los que tienen muchos recursos y los que no. La migración de estudiantes de todo el país hacia las big five para perseguir una carrera en el rugby creó grandes diferencias deportivas con respecto a colegios menos receptores. Es que, de los 47 alumnos que fueron fichados por los Auckland Blues, 34 provienen de las cinco secundarias principales.
A su vez, la desproporción de los montos invertidos en el deporte generó controversia en ese país ya que, según los especialistas, los colegios ganaron calidad deportiva a costas de una caída del nivel de la educación.
El rugby chileno y probablemente el sudamericano, está lejos de alcanzar el nivel de Nueva Zelanda. Además de la relativamente baja cantidad de federados que tiene el país, el amateurismo le pone un segundo obstáculo a la carrera de los rugbistas chilenos por llegar a la cima.
Fuente: Cronista.com
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